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Hacia la construcción de una nueva antropología
de Carmelo Dotolo

1. El hombre, cuestión abierta

Comprender quién es el hombre, es un reto importante y grandioso, sobre todo en nuestra época en la que resalta cada vez más la incerteza de la identidad humana. La experiencia, de hecho, parece confirmar constantemente lo enigmático de la condición humana, su incerteza, a la hora de definir el destino hacia el que se encamina. No es una casualidad que el escenario del Novecientos se haya preparado sobre un proyecto de deconstrucción del hombre o, al menos, sobre algunas sus tipologías, como para querer sancionar, después de la muerte de Dios, la inutilidad de la pregunta antropológica. Es evidente que la progresiva marginalidad del concepto ‘hombre’ dentro de un mundo que explora los senderos inéditos de la inteligencia sometida al computador, del robot “que no tiene necesidad de ninguna memoria porque no está amenazada por ningún olvido, ni tiene necesidad de una lengua o sea, una inteligencia sin historia, sin el esfuerzo del sufrimiento y sin moral, una inteligencia que se siente segura ante cualquier crisis, en breve, la rapsodia, fijada en la máquina de la inocencia”.

Pero entonces, ¿no parece contradictorio afirmar hoy que el hombre es el valor supremo y tiene derechos inalienables, que hay que defender y promover a toda costa su dignidad? ¿Por qué insistir en términos como libertad, solidaridad, responsabilidad, amor, su se ve frecuentemente al hombre como un animal más desarrollado que los demás animales, capaz de una organización pero con una ‘naturaleza’ y un ‘destino’ no distinto de los otros animales? El hombre, no sólo experimenta en sí mismo el desacuerdo del propio preguntar sino que, al mismo tiempo, no puede renunciar a comprenderse se a sí mismo, el por qué y el hacia dónde de su propia vida, so pena de una lenta e inexorable autodestrucción de sí mismo. Ahora bien, incluso en medio de la multiplicidad de intentos por captar la esencia y el destino del hombre, es necesario optar o por la disolución de la idea de hombre o por la afirmación de su inalterada actualidad, conscientes de que las culturas del sospecho han resquebrajado posturas ingenuas y optimistas de la postura del hombre en el mundo. Pero es igualmente verdadero que el hombre experimenta la fragilidad de su ser: en la relación con el extraño que hay en sí mismo, en el encuentro con los demás que frecuentemente desplazan nuestras certezas y prospectivas, en la relación con Dios que desordena el proyecto que nos hemos construido para justificar nuestras opciones y estilos de vida.

Pero, no obstante, la tradición bíblico-cristiana no autoriza ninguna reducción de lo humano, marcado por una libertad y responsabilidad fundamentales que lo sitúa en una situación permanente de búsqueda. Si el hombre no se prepara para vivir el encuentro-desencuentro con el misterio que lo connota, va a tener algún problema para aceptar la vida como proyecto que hay que descubrir y crear continuamente. Para hacerlo, debe tener el valor de preguntarse por las cuestiones fundamentales de la existencia, y ponerse al seguimiento del Evangelio que indica un método en la historia: saber ir más allá de las cosas, tender hacia el horizonte de los significados más bien que hacia las metas de las evidencias inmediatas. De hecho, la perspectiva interpretativa para la comprensión del modo con la que el cristianismo lee al hombre es el misterio sorprendente del Dios que se comunica, que se da a conocer a través de su incansable búsqueda. Lo pone de evidencia el filósofo hebreo A. J. Heschel: “La mayor parte de las teorías religiosas comienzan definiendo la situación religiosa como una búsqueda de Dios por parte del hombre, y afirmando el axioma de que Dios es silencioso, está escondido y es indiferente ante la búsqueda de sí mismo por parte del hombre. Sin embargo, de aceptar tal axioma, está ya la respuesta antes que llegue la pregunta. Desde el punto de vista del pensamiento bíblico, la definición es incompleta y el axioma falso. La Biblia no habla sólo de búsqueda de Dios por parte del hombre sino también de búsqueda del hombre por pare de Dios.

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